Christian Sánchez, estudiante de música y literatura, escribe del álbum “Quimeras” de Naimah Jazz de las Américas.
Por Christian Sánchez
christian_huidos@hotmail.com
Desde sus inicios, el jazz se ha caracterizado por ser un género incluyente que evoluciona y se enriquece constantemente con la incorporación de elementos musicales de diversas culturas. Y no es sino gracias a esto que proyectos como el de Naimah han sido posibles.
Esta agrupación surgida en 2010 (primero como trío y luego como quinteto) en respuesta al problema de identidad que se da en gran parte de la comunidad jazzística latinoamericana, se ha caracterizado por buscar, a través de composiciones originales, una mezcla homogénea entre el jazz y la música popular de diversos países de América latina. Al respecto, Vladimir Alfonseca, compositor y guitarrista del grupo, dice: “Siempre hablábamos de los problemas de identidad del músico en Latinoamérica que siempre se está buscando adaptar un estilo musical a su contexto cultural y no al revés. […] así nació la idea de la composición que nos llevó a los ritmos latinoamericanos “.
Bajo esta premisa, nace “Quimeras” (2013), el primer álbum de Naimah con su formación como quinteto (compuesto por el saxofonista neozelandés Blair Latham, el trompetista estadounidense Joe D’ Etienne, el contrabajista brasileño Marcos Milagres y los músicos mexicanos Vladimir Alfonseca y Enrique Nativitas en la guitarra y batería respectivamente) en el que el público es llevado a través de diversos paisajes musicales en los que la constante es, efectivamente, el toque del elemento latino. Así, entre bien logradas cadencias, una atmósfera apasionada anega los oídos atentos de los curiosos: La exquisitez de piezas como “Estadio Azteca”, “Notívago” o “La casona del Beaterio” cuya riqueza rítmica no puede pasar desapercibida para el cuerpo; como tampoco la calidez romántica de “La lluvia, la noche y nosotros” y de “Primeiro Encontro”, que nos invitan a cerrar los ojos e intentar descifrar la conversación instrumental de la que somos cómplices; la bien lograda y sorpresiva mezcla de groove y swing, de compases en 4/4 y 6/8, que componen “Quimeras”.
Otro de los elementos que ha dado impulso y originalidad a la agrupación es el interplay, es decir, la capacidad de accionar y reaccionar a las ideas de los músicos, de lograr una improvisación colectiva por encima de la individual. Esta búsqueda transforma el producto sonoro en un lenguaje vivo, dinámico, natural. “Desde que nos conocimos nos dimos cuenta que teníamos esa capacidad de poder interactuar. En vivo la prioridad o uno de los fundamentos del proyecto es el interplay”, afirma el mismo Vladimir.
“Quimeras” es, pues, el vástago de una ciudad contemporánea como el D.F.; una muestra del resultado sonoro de este hervidero en el cual convergen y se desarrollan, día con día, una multiplicidad de historias y realidades; un álbum compuesto por la inclusión (tal como aquél ser mitológico del mismo nombre), por la unificación cultural, musical y personal; por el transparente diálogo sostenido entre estos músicos que a través de sus composiciones (en su mayoría, composiciones de Vladimir Alfonseca y Marcos Milagres) hacen honor a la bandera de la agrupación como “Jazz de las Américas”.
Christian Sánchez es estudiante de música (guitarra) y literatura. Actualmente se encuentra cursando la licenciatura en estudios de jazz en Jazzuv (Xalapa).
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