miércoles, noviembre 27, 2024

Apuntes sobre el jazz en la Ciudad de México (2)

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INGENIERÍA EN COMUNICACIÓN SOCIAL DEL JAZZ EN LA CIUDAD DE MÉXICO. Profesión, negocio, cultura (2).

Jesús Galindo Cáceres
arewara@yahoo.com

Foto Efraín Alavez

El jazz en México ha estado condicionado a lo largo de varias décadas por la configuración del mercado de la música y de la cultura. Por una parte siempre ha sido difícil el acceso a la música jazz, por cualquier medio, y por otra parte se posicionó como una forma musical rara, especial, de pequeño grupo, de iniciados, de ricos, de intelectuales. El jazz no ha sido popular, está fuera de la cultura popular mexicana. Así que la pregunta por el jazz en México tiene una respuesta sencilla, por supuesto que hay cultura del jazz en nuestro medio, pero es de nicho corto, de minoría, de pocos. 

Para el desarrollo de esta hipótesis de trabajo, de construcción de argumentos básicos, de visiones de lo sucedido y la prospectiva, los ejes de articulación central serán la profesión, el negocio y la cultura. Es decir, el jazz en México como algo que hacen ciertos músicos especializados, algo que configura un nicho de mercado, y algo que constituye alguna dimensión de la cultura contemporánea. Pasaremos un pequeño escáner sobre estos tres ámbitos asociándolos entre sí y desarrollándolos en forma sintética en sus peculiaridades, dentro del ensayo de una visión constructiva desde la perspectiva de la Ingeniería en Comunicación Social. Estos apuntes son la expresión de un proceso de observación y análisis de más de cuarenta años de vivencia y experiencia con el jazz en la Ciudad de México, sobre todo los últimos diez.

2.- El Negocio. Si el músico no puede vivir de su música, terminará haciendo otra cosa o degradando su música para vivir de ella.

Habiendo músicos el tema complementario es el de los escenarios. ¿En dónde tocan los músicos? El nudo de este asunto es que tocar en un lugar le permita al músico presentar su trabajo, sus proyectos, sus competencias expresivas, un músico se forma para tocar frente a un público, por lo menos esa es la premisa general de la cual parte el oficio. El tema de qué tan competente es para tocar, cuál es el perfil de su proyecto, qué tan interesante es su propuesta y su actuación, es una cosa, y otra cosa es que pueda vivir de eso tocando en público, y esto lleva a que el pago que puede recibir compense la intención de quienes son dueños del escenario, el aparato público de la administración de la cultura, el empresario individual, el particular o grupo social que contrata. ¿En dónde toca un músico de jazz en la Ciudad de México? ¿Quién proporciona el lugar para que toque? ¿En qué consiste esa transacción comercial cultural?

El jazz es un tipo de música que requiere cierto tipo de músico. ¿A quién le interesa escuchar jazz en la Ciudad de México? ¿A quién le interesa que la gente escuche jazz? ¿Cómo es la relación entre públicos, audiencias, consumidores, y escenarios para escuchar jazz? Vamos por partes, los principales escenarios para escuchar y tocar jazz son los bares y restoranes, después están los teatros y museos, las plazas, las radiodifusoras. Cada uno de estos lugares permite que los músicos toquen, y que el público de la ciudad los escuche. Los músicos entre tanto necesitan vivir de lo que hacen, ¿es suficiente con la infraestructura y las opciones que la ciudad brinda?

No sólo se trata de tocar para sobrevivir, se trata de tocar para vivir. El jazz es una forma de vida que requiere las tocadas en vivo, ahí es en donde crece el ejecutante, el ensamble, el proyecto musical. El músico necesita tocar lo más frecuente posible. Se dan casos de músicos que tienen conciertos casi cada seis meses o cada año. Eso no favorece al ambiente, ni al oficio, ni a la cultura del jazz. Y por otra parte tenemos músicos que tocan casi a diario, en algo que se parece más a una rutina de trabajo que a música en un sentido artístico estético. En este gradiente se ubican todos los demás. Desde este punto de vista la escena del jazz en la ciudad es mejor que nunca, existen cerca de cincuenta lugares en los cuales se presentan todas las semanas proyectos de jazz, algunos en forma regular, otros en forma esporádica. Nunca antes en la historia del movimiento se había presentado una situación similar. Tenemos más lugares que nunca, y más músicos tocando que nunca. Esto alcanza para una configuración en la cual cierto público vive una pequeña época dorada. Pero el negocio no es igual de productivo para todos, ni músicos ni empresarios.

Los lugares para tocar y escuchar jazz en vivo en la ciudad son el bar y el restorán, alrededor del concepto del antro, unos más cerca, otros más lejos. El antro es el nicho de consumo del consumidor de la vida nocturna urbana, que en principio sólo desea pasarla bien con sus amigos y parejas bebiendo y conversando para reírse. En ocasiones también se puede bailar, y en otras también se puede comer algo, desde una botana simple hasta un platillo que requiere cocina y cocinero. Los tragos también tienen niveles, de la cerveza y los mezcales, en el nivel más elemental, hasta la coctelería y la carta de vinos en los más sofisticados. En este sentido el consumidor se distribuye en rangos de precios y ofertas en ciertas zonas de la ciudad, Centro histórico, Roma-Condesa, Polanco, San Ángel, Portales, y algunos otros lugares aislados. La vida del jazz depende de la vida nocturna del antro y sus complementos. El punto aquí es que la música no es el centro, el consumidor no es un aficionado seguidor del jazz, un público especializado, es un consumidor del entretenimiento nocturno de tragos y escenografías, que incluye entre otros complementos a la música de fondo.

El tema del público y el consumidor se pone interesante cuando hablamos del movimiento del jazz en la ciudad. En lo que a tocadas en vivo más frecuentes se refiere, las del antro y sus alrededores, el público es un consumidor de vida nocturna que podría convertirse además en una audiencia de jazz más fiel. No parece suceder así, aunque hay que observar el fenómeno a mediano plazo para ir percibiendo la sedimentación del gusto por el jazz en el movimiento de la diversión nocturna en general. Los músicos por lo pronto tocan, combinan proyectos con standars y covers de música de fondo, la gente escucha y se va familiarizando con ellos, los negocios los contratan en la medida que son un gancho para el consumo de bebidas y comida. Desde esa base del negocio la oferta llega a otros niveles hasta el perfil de negocios tan distintos pero alternos a la forma básica, como el Zinco Jazz Club, El Convite, y Las Musas de Papá Sibarita. Con los casos muy especiales de clubes de jazz como el Pizza Jazz Café y The Jazz Place, que apuestan sobre todo por el jazz y van sobreviviendo en la ecología de consumidores de este tipo de club por completo escasos en nuestro medio mexicano.

Salvo el caso de los dos clubes de jazz mencionados, ninguno de los otros lugares vive del jazz en sentido estricto, y podrían dedicarse a otro tipo de música, como de hecho lo hacen, y seguir adelante. Nada de esto es simple, el Zinco Jazz Club es un club de jazz, pero sobre todo es un antro de status. El Convite es un club de jazz, un gran proyecto de restorán y jazz. Las Musas de Papá Sibarita es un constante promotor del jazz, pero sobre todo es un restorán. Existen otros lugares con marcas de gestión de la música del infinito, pero viven de los tragos y la comida. Este marco se precisa en lo que gana por noche un músico tocando en alguno de los antros con marcas de jazz, incluyendo a lugares que lo promueven como Casa Franca, Patio Aurora, o Parker y Lenox.

Por otra parte están las rutas de la vida nocturna que también juegan un papel en todo esto. La Roma-Condesa es un nicho de vida nocturna muy importante para la música del infinito en la ciudad, la más importante. El jazz ha ido ganando espacio en este nicho, y en la medida que lo logra posiciona a la región como las más importante para el jazz en la ciudad. Lugares aislados de las rutas nocturnas como The Jazz Base o el Pizza Jazz Café, sufren un efecto de público que en el sentido musical no merecen. En este contexto otras regiones por colonizar serían el Centro Histórico, Polanco, San Ángel, e Insurgentes Sur. En este mismo contexto estarían otras zonas con connotaciones de concentración de oferta nocturna como Santa María la Rivera y Coyoacán.

¿Es negocio el jazz para los empresarios de antros, bares y restoranes? La respuesta es irregular, para unos parece ser que si es negocio, como la Casa Franca, el Parker y Lennox, o el Patio Aurora, que han posicionado sus lugares con el jazz como un elemento de su concepto empresarial. Pero para otros lugares, como los clubes de jazz más claros, como Pizza Jazz Café o The Jazz Place, la situación no es tan productiva. Esto lleva el asunto al tema del negocio en sí mismo y cómo incluir al jazz como un elemento de configuración de ese negocio. Existen los ejemplos exitosos, y muchos casos no tan positivos. Este tema requiere una evaluación en particular desde una perspectiva de metodología constructiva empresarial.

Después de los lugares de las tocadas en vivo cotidianas están otros lugares en donde el jazz también tiene su escenificación. Esos lugares están sujetos a otro tipo de actividad empresarial. En primer lugar están los festivales, después las tocadas de programas culturales en teatros, museos y jardines. Todos estos lugares dependen de un presupuesto que se enmarca dentro de la política cultural pública y privada. Por lo general casi no cuestan o son gratuitos al público, tienen la finalidad de promover una marca, un lugar, una institución. El pago a los músicos es irregular, puede ser muy bueno o no existir. Estos conciertos han sido esporádicos, ahora tienen cierta recurrencia como en el caso del Festival de Polanco. Son una gran vitrina para la actividad musical, la gente sólo va a escuchar, y entran en un ámbito que articula la vida cultural con el entretenimiento. Son parte de una doble agenda, el espectáculo y la actividad cultural. En un lugar especial se encuentra el caso del Lunario del Auditorio Nacional, que es un negocio con tragos y comida, en el formato de un pequeño auditorio para conciertos. Y otro caso especial es el de lugares como Plaza Condesa, que es un negocio de conciertos, aquí se trata de que el público pague por un espectáculo y que la taquilla deje ganancias y buen pago a músicos, que son por lo general extranjeros. Otro caso es el del Foro del Tejedor, de la Librería el Péndulo, en donde el escenario se combina con el bar, pero dándole un status de teatro. Algo similar sucede con la terraza del Centro Cultural de España. El caso del teatro en el Museo Tamayo, o el Foro Tabacalera del Museo de la Revolución Mexicana, también son casos especiales que son ejemplares.

Quedan por mencionar otros lugares que aportan en forma regular espacio para la expresión de proyectos de jazz, como Bajo Circuito, Perfidia, el Centro Cultural Tlatelolco, la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el museo José Luis Cuevas, el Teatro de la Ciudad, la Fundación Sebastián, la Ollin Yoliztli, el anfiteatro Simón Bolivar, el Antiguo Colegio del Arzobispado, la Pulquería Los Insurgentes, el CENART, el Pata Negra, y otros más que tienen una aportación más esporádica y en ocasiones regular, como el Jules Basament, el Hookah Condesa, el Maralunga, y otros restoranes y bares. Por último merece un nombramiento especial el distinguir la oferta de jazz del Jazzorca, lugar único en la ciudad, club de jazz para free jazz, caso excéntrico y peculiar.

Asociado al mundo de las tocadas existen una serie de elementos que hacen crecer la vida profesional de la música en vivo. La puesta en escena exige una ingeniería de sonido, de iluminación, de escenografía. La ingeniería del espectáculo se va moviendo dentro de un ambiente más allá de lo jazzístico que implica un mundo del espectáculo del cual el jazz no suele formar parte. El jazz no es música pop ni música culta, se encuentra en un status en el cual no tiene un lugar claro en los espectadores comunes, pero en el gradiente se ubica en el sentido común más cerca de lo culto que de lo popular. Su cultura del espectáculo es pobre casi inexistente.

El tema de los discos y los medios de difusión masiva es un tema en particular muy amplio, y completa el asunto de las tocadas en vivo. El consumidor de jazz tradicional en la Ciudad de México es miembro de la clase media alta. Es un consumidor acostumbrado al jazz gringo o europeo, no tiene una buena imagen del jazz mexicano salvo algunas contadas excepciones. No acude a tocadas comunes, sólo a conciertos especiales y a los antros de moda para su perfil de clase y de consumo. Está lejos del jazz que se desarrolla en vivo en forma cotidiana, y no lo apoya en ningún sentido. El apoyo al jazz en vivo es en general de estudiantes, de jóvenes, de curiosos, y sobre todo de habitantes de la vida nocturna con connotación de antros. Así que una forma para llegar a todos ellos en forma extensa es la radiodifusión, internet y el disco.

La producción de discos va en aumento, se han editado más discos en los últimos diez años que en toda la historia previa del disco de jazz en México. La distribución es complicada, las discotecas tienden a cerrar, internet es la opción, el disco en línea. Las plataformas se han multiplicado siguiendo la huella de amazons y de iTunes. Las grabaciones profesionales y semi profesionales tienden a distribuirse por internet. El periodismo no ayuda mucho, no aparecen notas sobre las nuevas producciones, el lugar más consistente es el portal de internet Contratiempo Jazz. Los músicos venden sus CDs de mano en mano, alguna casa vendedora de discos los apoya, como Mixup, o Sanborns. No hay mucho más. La mercadotécnica del jazz está muy subdesarrollada, por debajo de la producción de proyectos y de la calidad de la música creada. En este rubro hay mucho por hacer. Asociaciones como JazzMex, o Colectivo Noon, aportan su granito de arena. También la radiodifusión con Horizonte Jazz, la radiodifusora especializada del IMER. Con la televisión no se cuenta. En general el negocio del jazz está por debajo de las condiciones de creación y desarrollo de proyectos en el momento actual.  

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