miércoles, noviembre 27, 2024

Entrevista a Hernán Hecht

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Adelanto del libro “Jazz y la Ciudad de México” escrito por Luis Jesús Galindo y Liliana Ramírez.

Sonidos y silencio en la Ciudad de México, entrevista a Hernán Hecht[1].

Liliana Ramírez,
Diciembre 2014.

Hernán Hecht es un baterista nacido en Argentina que vive en la Ciudad de México. Tenía dieciséis o diecisiete años cuando tuvo su primer acercamiento con el jazz, justo a dos o tres años de haber comenzado a estudiar música. Tan pronto comenzó a escuchar jazz, comenzó a tocarlo, fue una mezcla de comprensión teórica y realización práctica. Hernán se ha preocupado por la música, no tanto por el jazz (parafraseando sus palabras). Cuando estudiaba en la escuela secundaria en Buenos Aires, dejó la Ingeniería por la Música. En dicha escuela le enseñaban a ser maestro, ha sido maestro.

Afuera de una casa en la Colonia Portales, Fido (el perro de Hernán) aguarda a propios y extraños. Esta es la quinta de una serie de entrevistas que publicaremos, tienen la intención de mostrar cómo observan, perciben, sienten y viven la Ciudad de México los músicos de jazz.

LR: Además de jazz, ¿qué tipo de música escuchas?

HH: De hecho casi no escucho jazz, me gusta verlo en vivo. Pero casi no lo escucho, al menos no en esta época. Lo que más intento hacer es tener momentos de silencio. Yo soy músico, pero también soy productor, tengo mi estudio de grabación. Mucho tiempo de mi día es escuchar mucha música, muchas veces, entonces realmente a veces lo que deseo es no escuchar música. Prefiero escuchar la Ciudad…

Escucho música de diferentes fuentes, principalmente me interesa el sentido de canción. O sea, me gustan los músicos que son storytellers, contadores de historias. No me importa el estilo en que lo están haciendo. Una parte importante es que todo eso tenga raíz; si escucho rock, inevitablemente escucho cosas británicas y el rock británico me suena a cosas folklóricas. Cuando escucho jazz europeo, me gustan los que no suenan a jazzista de New York, los que suenen a alemán. ¿Me entiendes? Cuando escucho música popular, no quiero escuchar a alguien tocando un son jarocho, quiero escuchar a un sonero tocando son jarocho. Entonces, me gusta la raíz, gente que está conectando con la fuente.

LR: Para ti, ¿se ha transformado la escena del jazz de la Ciudad de México en los últimos años?

HH: Si, hay más cantidad de músicos, por suerte. De hecho los jóvenes tienen mucho más libertad a nivel de creatividad y de voz propia. Y está padrísimo, la nueva generación está bellísima, son gente buena.  Definitivamente algo esta cambiando y no fue por México, fue por Internet, porque tienes todos los días acceso a información nueva, todos los días puedes enterarte de qué pasa. Hubo un quiebre brutal en todo esto y es que el mercado de la música, que no tiene nada que ver con la música, se empezó a expandir. Es buen negocio traer a los negritos sonrientes que tocan de puta madre, ¿no?, es más fácil ir a ver algo y enterarte del sonido real de un estilo. Antes no sucedía, no venía alguien cada mes a tocar en un foro bien hecho. Yo cuando llegué a México no había pianos acústicos… Los mismos jazzistas consideraban en los estudios de grabación; “¿Piano acústico?, no, es un pedo. Tráete el teclado, es más barato, si no hay que pagar un estudio más caro” Y para mi es exactamente lo contrario, si tú quieres hacer jazz, tienes que tocar con instrumentos de jazz, en estudio que sepan a qué suena el jazz, con los micrófonos para grabar jazz. Cambió la prioridad, a todo esto, ahora en las generaciones nuevas está siendo más importante la música que el éxito, pero eso también ha descuidado el mercado de la música que es el que hace que la música pueda subsistir. Todos andan quebrados todo el tiempo, nadie desarrolla una carrera artística que tenga una remuneración monetaria efectiva, porque siempre van, llegan y tocan muy bien, pero no se dan cuenta que cobrando poco le dan en la torre a todos los que están atrás de todo eso. Los chavos nuevos están geniales a nivel musical, pero no tienen idea de cómo relacionarse a un nivel comercial y eso es muy malo. Puede ser un nuevo parte aguas de cosas que van a estar padres, pero no sé qué va a suceder. La gente te paga una chela donde sea, pero no te paga la entrada a un club o un disco que valen lo mismo o menos que la comida corrida de un día.

LR: Te voy a hacer una pregunta más social ¿Participas políticamente en alguna organización o te involucras socialmente en alguna causa?

HH: Socialmente si, políticamente no. Soy totalmente ajeno a la política. Inclusive a las democracia…

LR: Cuéntame ¿por qué?

HH: Porque no existe, es una… Utopía. Políticamente no estoy de acuerdo con absolutamente nada. Socialmente me interesa, soy muy en pro de lo verde, en pro de la ecología. Me interesa conectar con ese tipo de cosas y con la gente que a veces está tan ensimismada que no se entera de lo que hay enfrente. Me ha tocado trabajar con bastantes comunidades, pobreza extrema, gente con problemas de salud o gente incapacitada. Con animales que no tienen dónde vivir y cosas por el estilo. Esas son mis relaciones sociales con las cosas, intentar abrir espacios.

Por ejemplo, en una comunidad en pobreza extrema trabaje con un equipo de gente que pensábamos; ¿qué hace falta en un lugar de pobreza extrema? Nos dábamos cuenta que lo que les hacía falta no era, este, conciencia social y política, les hacían falta nuevas fuentes de trabajo. Entonces, mejor conseguimos una beca de una compañía electrónica que done equipo, podemos ir con un fotógrafo y enseñarles cómo sacar fotos y regalarle a una comunidad de ochocientas personas unas veinte cámaras. Y que estos chavos desarrollen una nueva fuente trabajo, que es sacar fotos de eventos y cosas por el estilo. Su perspectiva de cómo vivir las cosas se amplió y también se empezaron a involucrar con una parte del arte. Su perspectiva de cómo expresarse por un medio electrónico en un lugar en el que no tienen ni siquiera cemento en el piso, se vuelve poderosísima, y ahí están los chamacos haciendo expos de arte en sus lugares.



[1] Este es un fragmento de una entrevista que será publicada el libro “Jazz y la Ciudad de México” escrito por Luis Jesús Galindo y Liliana Ramírez.

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